El terremoto del COVID-19
Escrito por Catalina Morales-Yáñez
Editado por Adriana Guatame García
Muchos de ustedes pensarán que no hay similitud entre los terremotos y la pandemia que estamos viviendo, sin embargo, hay muchas experiencias que podemos aprender a partir de ellos. Hablemos primero de las diferencias, que a simple vista son evidentes. Un terremoto es un proceso físico producto del movimiento de las placas tectónicas, y en cambio, el SARS-CoV-2 es el coronavirus que ha ocasionado la actual pandemia.
Tanto los terremotos como los virus son amenazas. Por un lado los terremotos se conocen como amenazas geofísicas y por el otro, los virus son amenazas biológicas. Las amenazas biológicas se definen como un proceso o fenómeno de origen orgánico o que se transporta mediante vectores biológicos, lo que incluye la exposición a microorganismos patógenos, toxinas y sustancias bioactivas que pueden ocasionar la muerte, enfermedades u otros impactos a la salud, al igual que daños a la propiedad, la pérdida de medios de sustento y de servicios, trastornos sociales y económicos, o daños ambientales [7].
¿Pero, de qué nos sirve saber que el SAR-CoV-2 es una amenaza? El hecho que ambos fenómenos correspondan a amenazas implica que podemos mitigar sus riesgos y así prevenir los desastres.
Los desastres son socio-naturales, es decir, si a ninguna persona le afecta esta amenaza entonces no sería un desastre, por ejemplo, ¿sabías que en Alaska ocurrió un tsunami en 1958, cuya ola alcanzó cerca de 500 m de runup (altura de inundación)? [8] probablemente no, y ¿por qué? principalmente porque no afectó a mucha gente. Es decir, uno de los tsunamis más grandes “conocidos” no está catalogado como un desastre.
Los desastres suelen describirse como el resultado de la combinación de la exposición a una amenaza, las condiciones de vulnerabilidad presentes, y capacidades o medidas insuficientes para reducir o hacer frente a las posibles consecuencias negativas (Fig.1) [7]. Entonces, analicemos desde este punto de vista lo que nos han enseñado los terremotos y en qué nos podrían ayudar en la actual pandemia.
Hemos aprendido mucho acerca de la exposición a esta amenaza, por ejemplo, sectores costeros están claramente más expuestos a tsunamis, ciudades construidas sobre suelo poco consolidado o sedimentos (como Ciudad de México [2]) están propensas a sentir “más fuerte” un terremoto (intensidades sísmicas), además hemos sido capaces de conocer regiones más propensas a sufrir terremotos, así como localidades que podrían estar más afectadas [3][5].
Por otro lado, conocemos diversos factores que describen la vulnerabilidad ante terremotos como por ejemplo el tipo de edificación; es ideal que las construcciones resistan los movimientos telúricos, sobre todo, construcciones que abastecen los servicios básicos (electricidad, agua, etc). Sin embargo, no siempre es el caso. Malas construcciones y poca fiscalización aumentan considerablemente el riesgo de desastre como fue en el caso del terremoto de Haití en 2010 [4].
La educación ha sido un punto esencial para disminuir la vulnerabilidad, es importante destacar que la educación debe potenciarse en todos los niveles (académico, no académico, escuelas, educación cívica, etc) e incorporando a la comunidad en todo el proceso de aprendizaje, punto destacado en el Marco de Acción de Sendai de las Naciones Unidas, donde señala como “Prioridad 1: Comprender el riesgo de desastres” [6].
Otro punto clave para disminuir la vulnerabilidad es reducir las brechas sociales, las inequidades. Ante cualquier amenaza las personas pobres están más afectadas que las ricas, lo que en el caso de terremotos algunos llaman “class-quake” (terremoto de clases), término acuñado después del terremoto de Guatemala en 1976 [1].
Finalmente, la capacidad de respuesta se define como la combinación de todas las fortalezas, los atributos y los recursos disponibles dentro de una comunidad, sociedad u organización que pueden utilizarse para la consecución de los objetivos acordados [7]. A mayor capacidad de respuesta mayor será la resiliencia de las comunidades. Dentro de este punto podemos destacar el monitoreo sísmico, la capacidad económica, el conocimiento ancestral de cómo reaccionar ante un terremoto, y el apoyo mutuo de las personas dentro de sus comunidades.
Si tomamos todos estos puntos y usamos SARS-CoV-2 en vez de terremotos ¿habrán muchos cambios? Los terremotos nos han enseñado cómo tratar con otras amenazas, y nos han dado luces de lo que deberíamos hacer hoy en día.
Es necesario disminuir la exposición al virus ¿cómo? por ejemplo, con cuarentenas como las que se han implementado de distintas formas alrededor del mundo. Para disminuir la vulnerabilidad necesitamos más estudios del virus, conocer cómo se transmite y qué hacer en caso de tener la enfermedad. Las personas con mayor riesgo siempre serán las personas pobres cuyas condiciones laborales precarias, hacinamiento y falta de alimentación no les permiten realizar una cuarentena estricta. Y se puede aumentar la capacidad de respuesta haciendo “monitoreo”, es decir, realizando suficientes test para un seguimiento de núcleos de contagio, y contar con el equipo de protección personal adecuado. Sismómetros para sismólogos, equipos de protección personal para médicos.
A diferencia de lo que pensábamos, hay más cosas en común. Si bien las amenazas son diversas y deben tratarse de diferente forma, hace mucho tiempo que no ha habido una pandemia, entonces las enseñanzas que nos entregan otras amenazas como los terremotos nos pueden ayudar a guiar una respuesta más eficaz en pos de reducir el riesgo de desastre.
[1] Blaikie, Piers & Cannon, Terry & Davis, Ian & Wisner, Ben. (1994). At Risk: Natural Hazards, People Vulnerability and Disasters 1st edition. 10.4324/9780203428764.
[2] Flores-Estrella, H., Yussim, S. & Lomnitz, C. Seismic response of the Mexico City Basin: A review of twenty years of research. Nat Hazards 40, 357–372 (2007). https://doi.org/10.1007/s11069-006-0034-6
[3] Métois, M., Vigny, C. & Socquet, A. Interseismic Coupling, Megathrust Earthquakes and Seismic Swarms Along the Chilean Subduction Zone (38°–18°S). Pure Appl. Geophys. 173, 1431–1449 (2016). https://doi.org/10.1007/s00024-016-1280-5
[4] Molina, S., Torres, Y., Benito, B. et al. Using the damage from 2010 Haiti earthquake for calibrating vulnerability models of typical structures in Port-au-Prince (Haiti). Bull Earthquake Eng 12, 1459–1478 (2014). https://doi.org/10.1007/s10518-013-9563-z
[5] Tanner, J. G., & Shedlock, K. M. (2004). Seismic hazard maps of Mexico, the Caribbean, and Central and South America. Tectonophysics, 390(1-4), 159-175. https://doi.org/10.1016/j.tecto.2004.03.033
[6] UNSDRR. Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030. URL: https://www.unisdr.org/files/43291_spanishsendaiframeworkfordisasterri.pdf
[7] UNSDRR. 2009 UNISDR Terminología sobreReducción del Riesgo de Desastres . URL: https://www.preventionweb.net/files/7817_UNISDRTerminologySpanish.pdf
[8] Weiss, R., Fritz, H. M., and Wünnemann, K. ( 2009), Hybrid modeling of the mega‐tsunami runup in Lituya Bay after half a century, Geophys. Res. Lett., 36, L09602, doi:10.1029/2009GL037814
Acerca de la autora
Catalina es una sismóloga Chilena. Obtuvo su doctorado en la Université de Strasbourg, France. Su trabajo se enfoca principalmente la inversión del tensor de momento usando ondas de largo periodo. En paralelo muestra interés en la gestión del riesgo e inclusión de la ciencia/científicos en la toma de decisiones para la reducción del riesgo de desastres. Aboga por la inclusión y diversidad en STEM e integra diferentes proyectos de difusión de ciencias entre ellos el grupo “Geociencias para terrícolas” (@geoctt).
Twitter: @Catalina_Geo